El acto de desobediencia de Eva al comer el fruto prohibido es interpretado como el pecado original, el cual marcó el destino de la humanidad. Eva es vista como la culpable de la caída de la humanidad y la introducción del sufrimiento y la mortalidad en el mundo. Esta narrativa ha llevado a la asociación de Eva con la tentación, el pecado y la fragilidad femenina en numerosas interpretaciones posteriores.

A pesar de su papel controvertido, Eva también representa la feminidad en su esencia más profunda. Es el arquetipo de la madre, la dadora de vida, y la compañera indispensable del hombre. Su creación a partir de una costilla de Adán sugiere una relación de igualdad y complementariedad entre los sexos. Eva también es símbolo de la sexualidad y la fertilidad, ya que a través de su unión con Adán, la humanidad se multiplica y se expande.

Además, el relato de Eva como arquetipo femenino puede interpretarse como un llamado a la libertad y al conocimiento. Al desafiar las restricciones impuestas por Dios, Eva muestra una búsqueda activa de comprensión y sabiduría. Su búsqueda del conocimiento puede ser vista como una lucha por la autonomía y la emancipación de la mujer en un mundo dominado por normas y restricciones impuestas por una figura patriarcal.

A lo largo de la historia, la figura de Eva ha sido reinterpretada y reimaginada en diferentes contextos culturales.